La Pascua es la conmemoración anual que las iglesias cristianas hacen del misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Para celebrar el "aniversario" de estos acontecimientos salvadores, cada año, en la fecha apropiada (el domingo después de la primera luna llena de primavera), los cristianos conmemoramos la Resurrección de Cristo (la Pascua).
Esta conmemoración se prepara con los cuarenta días de cuaresma y se celebra resiguiendo los pasos de Jesús hacia el Calvario.
Comenzamos el domingo de Ramos haciendo memoria de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. El Jueves Santo recordamos la última cena de Jesús con los apóstoles donde se instituyó el sacramento de la Eucaristía. El viernes conmemoramos la pasión y muerte del Señor en la Cruz.
Finalmente, el Sábado Santo, lo pasamos esperando cerca del sepulcro de Cristo su resurrección que celebramos jubilosamente aquella noche en la Vigilia Pascual, que abre las grandes celebraciones del Santo día de Pascua, que se alargan durante 50 días hasta Pentecostés, la fiesta de la llegada del Espíritu Santo.
La Vigilia Pascual (noche del sábado al domingo) es la celebración más solemne e importante de todo el año litúrgico cristiano. Aquella noche, pasada en vela, se bendice el Fuego nuevo y el Cirio Pascual, se canta el Anuncio de la Pascua, se leen las lecturas del Antiguo Testamento que nos narran la historia de la Salvación, sobre todo la primera pascua, la pascua judía que se sucede con la salida de los hebreos esclavos de Egipto y su éxodo hacia la Tierra Prometida, después de pasar el Mar Rojo.
Las lecturas bíblicas finalizan con la solemne proclamación del Evangelio de la resurrección, precedida por el retorno del canto del Aleluya. Después se bendicen las fuentes bautismales, se bautizan a aquellas personas que se han preparado para ello y todos renovamos las promesas de nuestro propio bautismo. Finalmente se celebra la Eucaristía Pascual, Eucaristía que repetimos cada domingo, y sobre todo los domingos de Pascua, para revivir la Resurrección de Cristo. Centro de la fe cristiana.
-¿Por qué la Pascua dura 50 dias?
Es una fecha simbólica, equivalente a siete semanas, signo de plenitud e imagen de la eternidad que esperamos obtener con la resurrección de Cristo que es señal de nuestra propia resurrección. De hecho, el día 50, el domingo de Pentecostés, los discípulos recibieron la plenitud del Espíritu Santo y empezaron a predicar el Evangelio. Fue el principio de la vida de la Iglesia, y el inicio de la acción evangelizadora que perdura en la Iglesia Misionera.
-¿Como hemos de vivir la Pascua los cristianos?
La tenemos que vivir fijándonos en Cristo Resucitado. Si Cristo ha resucitado, también nosotros hemos de resucitar hacia una vida nueva (lo dice San Pablo). La resurrección de Cristo es la que da fuerza a la acción de la Iglesia. Creemos y predicamos una persona viva que continua presente en su comunidad (la Iglesia). Es Él quien da fuerza a todos los cristianos y a su acción apostólica. También, la resurrección de Cristo nos da una gran alegría y una firme esperanza, ya que nos abre la puerta de la inmortalidad.
Si somos cristianos de verdad, tenemos que seguir el camino de Cristo, por lo tanto tenemos que amarnos más y perdonar, ser más solidarios con los necesitados, acercarnos a los que sufren, llevar esperanza y vivir esperanzados, abrir nuevos caminos y nuevos horizontes. En definitiva, ser más auténticos y a la vez más confiados en la ayuda de Dios que ha prometido que por su Espíritu Santo será con nosotros cada día hasta la fin del mundo.
-¿Por qué es la Pascua el tiempo más importante para los cristianos?
Porque es el que da sentido a todos los otros tiempos y a toda la acción y la vida de la Iglesia. Dice San Pablo:
"Si Cristo no hubiera resucitado seriamos los que haríamos más lástima de todos los hombres. Nuestra esperanza no tendría sentido"
aquí la importancia de este tiempo que cada año nos consolida la fe y nos hace revivir aquellos primeros momentos de la experiencia del Cristo viviente en medio de sus discípulos. Es un tiempo que da una nueva vitalidad a la Iglesia que hace florecer las semillas y granar los frutos.
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